En el corazón del barrio madrileño de Tetuán se encuentra una especie de
oasis para mujeres en una situación crítica por culpa del hombre que las viene
maltratando. Es el centro de día Pachamama, un recurso de la Comunidad de
Madrid para víctimas de violencia de género al que se accede simplemente
llamando a la puerta. "Yo llegué como muerta, esperando a que alguien
arrastrara mi cuerpo. Ellas me levantaron", cuenta Alejandra, una de las
más de 450 mujeres que reciben atención allí en la actualidad.
Necesitaba "alguien con quien hablar" y que pudiera
entender aquello por lo que había pasado. Acababa de poner fin a siete años de
tormento y se vio con una bebé de apenas unos meses "sin tener nada de
nada" a lo que aferrarse para salir adelante ni nadie a quien recurrir.
Sus amistades, explica en una entrevista con Europa Press, se esfumaron con él.
Hace ahora año y medio que tocó a la puerta del centro, fue recibida por una
trabajadora social y empezó su recuperación, en la que sigue trabajando.
"En todos los recursos de la Comunidad de Madrid se
atiende a las mujeres tengan o no una orden de protección, para lo que es
imprescindible denunciar pero también que el juez te la conceda", explica
Dolores San Martín Zorrilla, experta en violencia de género y parte del equipo
de la Dirección General de la Mujer de la que dependen este tipo de centros.
ATENCIÓN INTEGRAL SIN HABER DENUNCIADO
Según explica, sólo en los dos puntos municipales de la ciudad
de Madrid se pide orden de protección para tener acceso a los recursos
"porque tienen muchísima demanda", pero a quienes no han denunciado
se las atiende en el Servicio de Atención a la Violencia de Género (900 222100)
y se las deriva al recurso, donde basta con que los equipos, que "están
muy especializados", evalúen la situación. En los otros 50 puntos del
territorio no se pide denuncia previa.
De este modo, tanto para acceder a un centro de día con
atención ambulatoria como para ingresar en un centro de acogida de emergencia o
de más larga duración, haber denunciado al maltratador no es imprescindible. Ni
siquiera lo es haber pasado antes por uno de esos puntos municipales, pues el
Pachamama, como su centro 'gemelo' Ayanirsi (Distrito Centro), es de acceso
directo: Pueden ir las mujeres por su propio pie y llamar a la puerta
"aunque sólo sea a preguntar", que es lo que hizo Alejandra.
"Entendemos que en muchos casos de víctimas de violencia
de género hay que trabajar con ellas la denuncia. Algunas lo tienen muy claro y
se las apoya y acompaña, pero no todas son conscientes de la violencia que
están padeciendo ni tienen muy claro lo que puede constitir una denuncia,
tienen miedo", explica. Incide en que se trabaja con ellas sin presiones y
mientras algunas dan el paso, otras se recuperan sin haber llegado nunca a
denunciar. La cuestión es que no todas saben que pueden recibir ayuda sin
superar este trámite.
HAY PLAZAS DISPONIBLES EN TODOS LOS CENTROS
En este sentido, San Martín reconoce que desde la Dirección
General se debería hacer "un mayor esfuerzo" para dar a conocer la
existencia de estos recursos, "una de las grandes metas" y algo
imprescindible porque "si desconoces que hay centros donde te puedes ir a
vivir con tus hijos un tiempo, que hay centros de atención donde te van a
escuchar y te van a creer, es mucho más difícil tomar una decisión" y
romper con la violencia.
Pone un ejemplo: "Ahora mismo hay plazas en todos los
centros de acogida de la Comunidad de Madrid, así que ahora mismo ninguna
víctima con o sin hijos podría decir que no puede irse de su casa porque no
tiene plaza y es verdad que esto no se conoce". "Es un esfuerzo que
tenemos que hacer porque las mujeres, que les cuesta reconocer la situación de
violencia que viven y les da muchísimo miedo tomar cualquier decisión al
respecto, merecen saber que estos recursos existen", explica.
"AQUÍ CRECEN CONTIGO, NO TE AGOBIAN"
Cuando acuden a Pachamama, hay una primera entrevista en la
que se evalúa si la mujer puede realmente encontrar allí lo que necesita o si
requiere primero, por ejemplo, pasar por un centro de salud. En el caso de
Alejandra, la trabajadora social la acompañó a Servicios Sociales en busca de
ayuda material para su bienestar y el de su bebé. Después, la puso en manos del
equipo de psicólogas del centro y de su orientadora laboral, que la ayudó a
encontrar el trabajo que necesitaba.
"Va en progresivo y de eso me doy cuenta ahora que miro
atrás. Ven desde dónde pueden comenzar contigo, no es que directamente te
manden a un sitio o te metan en un curso, y empiezan desde abajo a crecer
contigo y eso es buenísimo porque no te agobian", explica Alejandra. Se
emociona cuando en voz alta se pregunta qué habría sido de ella de no haber
oído hablar de la existencia del centro.
Cuenta que "no pensaba encontrar amigos" ni sabía
que hacían talleres. "Me invitaron a participar y empecé a conocer gente
que incluso lo había pasado peor que yo, empezamos a compartir y poco a poco
empezaron a animarme, encontré trabajo y si yo habría aceptado cualquier cosa,
aquí estuvieron pendientes de que me hicieran un contrato. Eso también me
levantó la autoestima y todo empezó a fluir. Me sentí aceptada en un lugar,
conocí personas que me apoyan", relata.
FORMACIÓN PARA EL EMPLEO, TALLERES DE REFUERZO
Además de la atención psicológica, jurídica o de orientación
laboral, en Pachamama, donde cuentan además con un programa específico para
mujeres latinoamericanas, las supervivientes de violencia machista pueden
recibir desde talleres enfocados al desarrollo personal hasta cursos de
preparación al empleo gracias a convenios con empresas que como la fundación de
BT, donan material y el tiempo de sus trabajadores, profesores voluntarios.
En este caso, se trata de cursos de informática donde se
enseña desde la ofimática básica para poder hacer un curriculum hasta claves de
seguridad en la red que les sirvan para protegerse, especialmente en materia de
privacidad en redes sociales. San Martín detalla que el convenio con ellos se
firmó en 2012 y desde entonces se han organizado ocho cursos en los centros
Ayanirsi y Pachamana por los que han pasado un centenar de mujeres.
Isabel Lacalle, Marketing Manager en BT y responsable del
proyecto Integradas en el que se incardinan estos cursos, explica que se escogió
trabajar con supervivientes porque "son invisibles y como se desconoce, no
hay tantas empresas o personas que les ayuden".
Fundación BT donó dos aulas de informática para los centros y
después, sus trabajadores, que disponen de 24 horas anuales de su jornada
laboral para hacer voluntariado, comenzaron a impartir las clases. En la
actualidad son 40 personas "y todo el que prueba repite", según
afirma Lacalle: Estos 'profesores', expertos en tecnología, seguridad o
recursos humanos, "siempre se ofrecen para hacer más".
Alejandra lleva casi una década en España, donde se casó
pensando que así "él cambiaría". Dice que "había señales"
pero era incapaz de verlas. Rompió la relación poco después de nacer su hija.
"Cuando has tocado fondo y no puedes caer más abajo hay que buscar ayuda,
hay que buscar la forma de salir a flote y mi forma fueron ellos (la gente del
Pachamama), así, todos en masa. Ahora estoy más fuerte, se muchas cosas que no
sabía, sé lo que he aceptado y lo que no tenía que aceptar". Dice que hoy
es feliz, que por fin vive tranquila.
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